"Sentía deseos de asegurarle que yo era como todo el mundo,
absolutamente como todo el mundo.
Pero todo eso en el fondo no tenía gran utilidad
y renuncié por pereza."
Meursault, vive una angustiosa situación que lo lleva a sentirse un extraño en su medio. Íntimamente ajeno al alcance moral de sus actos, llega al asesinato, a la prisión, al patíbulo, y no hay para él en este inevitable proceso, ni rebeldía ni esperanza.
* * *
Hace tiempo lo leí y ahora lo vuelvo a leer. De veras que cada lectura es diferente, recuerdo que la primera vez me agradó el libro y me identifiqué con algunos pensamientos de Meursault, pero ahora que lo vuelvo a leer, me doy cuenta de que el personaje de esta historia es una persona muy apática, no sólo ante la vida, sino ante todo, de ahí el título del libro.
Este hombre vive la cotidianidad a su máxima expresión, un día tras otro, sin importar las cosas que sucedan, como la muerte de su madre, él sigue con su tranquilidad de siempre, sin sentir nada.
(ESPOILER) El punto central de la historia es que mata a un hombre y es condenado a muerte, sin embargo, me sorprende lo subjetivo que es su juicio, ya que los abogados en vez de condenarlo por asesinato, lo condenan por no llorar en el funeral de su madre, por no sentirse mal sobre su crimen, por no mostrar los sentimientos que uno debe sentir en esos momento. Apelando a que lo "normal" es sufrir si un familiar muere y sentir culpa si se mata a alquien, pero Meursault no siente nada, ante su apatía, no le importa si quiera que va a ser condenado, y, además de todo, es ateo. (ESPOILER)
La importancia de este libro es la reacción que el lector puede tener ante la forma de actuar de este personaje, que no es como debería ser. Es un libro corto, sin embargo, nos da mucho qué cuestionarnos.